Se dice que no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde. Y yo sé que algún día echaré de menos los rincones de Cañada.
"A ninguno de los que diariamente nos sentábamos durante seis horas a escuchar aquellas verdades universales (o personales) se nos ocurrió pensar que el futuro que nos imaginábamos era demasiado idílico...", suspiraré.
Y no, no es que me haya dado por la clarividencia, pero he decidido instalar cámaras ocultas que me permitan conocerme mejor incluso cuando no me miro. Claro que esta es otra historia...
Escribirnos en el frontispicio que tenemos sobre los ojos, con la tinta invisible de la conciencia la máxima délfica:(gnosze seauton:gnosce te ipsum, "CONÓCETE A TI MISMO") y saber, como Equécrates, que eso es cosa del divino Sócrates.
ResponderEliminar¿Te pasas mañana a ver al escritor Manuel Moya por la biblioteca? Tiene una revista digital "Hwebra" interesante y bastante abierta a publicaciones.